Sentir hasta resistir

jueves, 10 de enero de 2013

En torno al misterio del bajo Belgrano


Por el verano del 2002, dos destinos coincidieron en tiempo y espacio, y comenzaron a forjar los cimientos de una nueva logia milenaria. Por ese entonces, parecía que en estas tierras al sur del mundo, nada podía estar peor. Por lo tanto, casi de forma inevitable, la cosa sería cuesta arriba.
En Largas caminatas convergían política, fútbol, música y literatura. En ellas dos simples mortales se codeaban con la inmortalidad de Perón, Morrison, Jauretche, Discépolo, Fontanarrosa y tantos otros que se sumaban, día tras día, a la nueva familia.Todo giraba en torno al misterio del bajo Belgrano: ¿De qué equipo era hincha el “loco” Rene Houseman? Un alma de Huracán y la otra de Excursionistas iban camino a perecer en una puja interminable.
Hace poco tiempo, el misterio fue develado y el resultado sepultado bajo la alfombra de la inseparable Logia René. El conflicto generado por la revelación del misterio sólo pudo ser superado por unión, al triángulo que todo abarca, de una nueva-vieja alma, que con su sufrimiento a cuestas, volvió a sus fuentes a traer la paz-guerra necesaria para embarcarse juntos en la vida. Hubo olor a lluvia, a Ezeiza. Se sintió como una independencia fundacional que dejaba atrás la madre patria, como si llegara de Madrid. Hubo, en definitiva, un aire renovador que terminó de darle curso al movimiento.
Ahora si, con el triángulo cerrado formando tres ángulos, cuyos grados fluctúan constantemente, quedó establecido el consejo superior que cuál triunvirato lucha día tras día, noche tras noche, copa tras copa, para ver hacia donde va el voto democrático a marcar ese dos a uno que llevará a tomar esas decisiones que no llegaran a nada porque siempre volverán a ser revisadas. Nada saben los pobres mortales de que el Indio fue quien estuvo detrás de todo esto, marcando de antemano las puntas de este triángulo elemental, al subirse al escenario de los tres míticos estadios karmeanos: el del coliseo del bajo Belgrano, del Tomás A. Ducó y del cilindro de Avellaneda.
De esta manera, analizando infinitamente los temas que enmarcan la humanidad desde sus comienzos y hacia su inevitable desaparición, el consejo superior pasa sus días terrenales discutiendo y discerniendo, con el único objetivo de mostrar que otra forma de vida es posible y que un mundo mejor. Con el espíritu de aquella premisa que el flaco Menotti le dio al loco René (“vos pibe, entra y divertite”), para encarar los temas fundamentales de la vida (los mismos de aquellas caminatas) y para marcar el rumbo sin rumbo a las futuras generaciones que nacerán de forma ineludible, la logia parió a su primogénito (creemos que mediante inseminación artificial) “El karma de vivir al Sur”. Desde allí, el legado será infinito e inmortal. Y se abre el juego para que el mundo pueda descubrirlo, ser partícipe e identificarse a cada instante.
Es cuestión de entrar y enojarse, enamorarse, volver a enojarse y volver a enamorarse. Porque la vida es simplemente eso, un interminable cambio de estados en los cuales afloran los sentimientos. La vida es simplemente música y poesía que entra por los oídos y los ojos (o por donde puede) y se deposita en el corazón, en la cabeza, en el inconsciente.
Lo hacemos de esta forma porque mientras haya gente se recordarán las palabras y las combinaciones de palabras. Sólo la poesía y las canciones podrán sobrevivir al holocausto. Mientras haya seres humanos, ellas, continuaran (Morrison).
Adelante, tranquilos, con confianza, como dijo el todopoderoso García: “La entrada es gratis, la salida vemos”.

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