Por el verano del 2002, dos
destinos coincidieron en tiempo y espacio, y comenzaron a forjar los cimientos
de una nueva logia milenaria. Por ese entonces, parecía que en estas tierras al
sur del mundo, nada podía estar peor. Por lo tanto, casi de forma inevitable,
la cosa sería cuesta arriba.
En Largas caminatas
convergían política, fútbol, música y literatura. En ellas dos simples mortales
se codeaban con la inmortalidad de Perón, Morrison, Jauretche, Discépolo,
Fontanarrosa y tantos otros que se sumaban, día tras día, a la nueva
familia.Todo giraba en torno al misterio del bajo Belgrano: ¿De qué equipo era
hincha el “loco” Rene Houseman? Un alma de Huracán y la otra de Excursionistas
iban camino a perecer en una puja interminable.
Hace poco tiempo, el
misterio fue develado y el resultado sepultado bajo la alfombra de la
inseparable Logia René. El conflicto generado por la revelación del misterio
sólo pudo ser superado por unión, al triángulo que todo abarca, de una
nueva-vieja alma, que con su sufrimiento a cuestas, volvió a sus fuentes a
traer la paz-guerra necesaria para embarcarse juntos en la vida. Hubo olor a
lluvia, a Ezeiza. Se sintió como una independencia fundacional que dejaba atrás
la madre patria, como si llegara de Madrid. Hubo, en definitiva, un aire
renovador que terminó de darle curso al movimiento.
Ahora si, con el triángulo
cerrado formando tres ángulos, cuyos grados fluctúan constantemente, quedó
establecido el consejo superior que cuál triunvirato lucha día tras día, noche
tras noche, copa tras copa, para ver hacia donde va el voto democrático a
marcar ese dos a uno que llevará a tomar esas decisiones que no llegaran a nada
porque siempre volverán a ser revisadas. Nada saben los pobres mortales de que
el Indio fue quien estuvo detrás de todo esto, marcando de antemano las puntas
de este triángulo elemental, al subirse al escenario de los tres míticos
estadios karmeanos: el del coliseo del bajo Belgrano, del Tomás A. Ducó y del
cilindro de Avellaneda.
De esta manera, analizando
infinitamente los temas que enmarcan la humanidad desde sus comienzos y hacia
su inevitable desaparición, el consejo superior pasa sus días terrenales
discutiendo y discerniendo, con el único objetivo de mostrar que otra forma de
vida es posible y que un mundo mejor. Con el espíritu de aquella premisa que el
flaco Menotti le dio al loco René (“vos pibe, entra y divertite”), para encarar
los temas fundamentales de la vida (los mismos de aquellas caminatas) y para
marcar el rumbo sin rumbo a las futuras generaciones que nacerán de forma
ineludible, la logia parió a su primogénito (creemos que mediante inseminación
artificial) “El karma de vivir al Sur”. Desde allí, el legado será infinito e
inmortal. Y se abre el juego para que el mundo pueda descubrirlo, ser partícipe
e identificarse a cada instante.
Es cuestión de entrar y
enojarse, enamorarse, volver a enojarse y volver a enamorarse. Porque la vida
es simplemente eso, un interminable cambio de estados en los cuales afloran los
sentimientos. La vida es simplemente música y poesía que entra por los oídos y
los ojos (o por donde puede) y se deposita en el corazón, en la cabeza, en el
inconsciente.
Lo hacemos de esta forma
porque mientras haya gente se recordarán las palabras y las combinaciones de
palabras. Sólo la poesía y las canciones podrán sobrevivir al holocausto.
Mientras haya seres humanos, ellas, continuaran (Morrison).
Adelante, tranquilos, con
confianza, como dijo el todopoderoso García: “La entrada es gratis, la salida
vemos”.